Una mamá primeriza

Me encontraba en el momento anhelado por mí y mi pareja. Él sujetaba mi mano, nervioso y con una sonrisa que jamás había visto en su rostro que reflejaba angustia, preocupación y una felicidad gigante. Así es estaba por dar a luz a nuestro bebé, a nuestro Javier.

Debo decir que no fue el momento más placentero que he tenido pero me encontraba feliz. Feliz… Esa palabra que me ligaba a muchas cosas que me hacen serlo como mi familia, mi pareja, mi trabajo, mis mascotas, las tardes frescas; todas ellas me generan una felicidad aunque cada una es diferente, sé que es confuso tratar de describirlo pero las sensaciones cambian.

El cansancio por mi labor de parto no se puede comparar con la felicidad que sentía al cargar a mi hijo Javier, la enfermera me dijo: “Debemos cuidar a su hijo, podrá verlo en unas horas. Usted también debe descansar mientras se le pasa la anestesia”. Yo sabía que era por su bien pero esa felicidad que tenía en segundos paso a ser preocupación.

Siempre he convivido con mi propia preocupación en mi trabajo y en mi hogar, incluso debo decir que desde mi época estudiantil, siempre me preocupaba por cosas cotidianas, pero esta sensación no la puedo comparar a la que sentí cuando se lo llevaron las enfermeras.
Recuerdo que durante el embarazo mi madre me había comentado algo similar “hija descansa todo lo que puedas porque después de que llegue Javier a tu vida no podrás descansar como lo hacías”. En ese momento comprendí lo que me quería decir, aquí empezaba mi rol de madre.

Ya han pasado varias semanas que Javier y yo regresamos a casa debo agradecer por tomar esos cursos intensivos con mi madre donde apunté todos los comentarios que la habían convertido en algo así como un gurú. Pero la prueba de fuego comenzó cuando lloraste por primera vez sentía que se me rompía el corazón no saber cómo tranquilizarlo, solucionada la prueba tuve mi primera recompensa verlo dormir tranquilamente, me sentía tan reconfortante que podría verlo por horas.

En mis notas venían desde como bañarlo, que comprar y que NO comprar, cómo detectar si tiene hambre o si está enfermo aunque mi madre al final del curso me dijo “lo más importante que debes hacer es ver a tu hijo, conocerlo, todo lo que dije es lo que aprendí contigo”.
Siguiendo el último consejo de mí mamá pude notar que a Javier le gusta que le cante después de darle de comer, que le gusta la misma música que a mí y de 9 a 10 la pista de baile es solo para nosotros.

Estas semanas mientras lo cuidaba y daba de comer pude notar que Javier heredó la sonrisa de su padre, mi mamá me dijo que sus ojos son como los míos muy serenos, pero no solo eso también tiene los labios de su abuelo, su pelo dócil y castaño que tanto le gustaba a mi madre. Verlo todos los días es algo que me fascina.

Sé que es muy pronto para pensar en su primera palabra, cuando beba en vaso y haya dejado la mamila, en su primer día de clases y me diga “¿mamá me cargas la mochila?”, cuando conozca el mar, cuando juegue con sus primeros amigos, cuando se enamore y sea mutuo, cuando sea independiente y vueles del nido.
Sé que eso pasará y no quiero adelantarme a cada día que pase con él, con mi hijo sus ojos son mi descanso y su sonrisa mi recompensa. Soy una mamá primeriza con sueños y anhelos como mi madre, mi abuela y compañeras de trabajo.

Blog del mes de mayo
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